Quería escribir sobre literatura y el Pasaje de Vargas en Tunja. Pero, en mi irresponsabilidad con ofrecer la verdad al lector (si la mereciera), debo decir que ya no leo ni escribo en ese sitio. Los últimos años frecuento el parqueadero del San Andresito. Digo esto con el miedo de caer en el cliché de café, cigarrillo y libro . A dos cuadras de la Plaza de Bolívar, hay un centro comercial llamado San Andresito, con un amplio parqueadero donde hay un café de sillas de durísimo plástico, tambaleantes mesas metálicas, y donde por mil pesos te venden un tinto oscuro , de greca, como antaño, tinto que al primer sorbo sientes que te perfora el esófago . Y se puede fumar. Allí las tenderas aguantan mi silenciosa presencia durante dos o tres horas, con tres tintos y seis cigarrillos, según me atrape el libro que lleve. Entre algunas de mis recientes lecturas están El libro del desasosiego de Pessoa, Estrella Distante de Bolaño, La muerte feliz de Albert Camus, y novelas de autores boyace
“Encuentro departamental de escritores fue un rotundo éxito”: Darío Vargas
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Foto | Carlos Castillo Quintero
Camino, me rodean ventanas verdes de casas pequeñitas y balcones adornados de plantas de buganvillas y primaveras. Mientras percibo el olor a eucalipto que viene de las montañas busco el lugar donde se lleva a cabo el evento. El pueblo de Iza me aterra con sus estrechas y solitarias calles. Fumo para relajarme, para sacar de mi cabeza la idea de que en aquél encuentro solo hallaré quince o veinte octogenarios que dicen llamarse escritores. ¿Qué es ser escritor? , me pregunto, pero dejo escapar la respuesta con el humo del cigarrillo.
Sorpresa. No son quince escritores, son alrededor de ochenta. Me encuentro en un salón oscuro, dentro del Hotel Casona Núñez. Nadie bebe vino, nadie lee poemas, ninguno se palmea la espalda con otro, ni se tratan de maestros, no es una tertulia como lo pensé durante el viaje. Quien habla sentado en la mesa principal es Luis Eduardo Ruíz, Secretario de Cultura y Patrimonio de la Gobernación de Boyacá: Espero que construyan una red social, y que con el ejercicio intelectual y académico, lo técnico y lo político, se pueda lograr que la literatura boyacense tenga mucha fuerza. No me animan sus palabras, sé que se irá, intuyo que todos los que estamos en el evento sabemos que se va, gestión política de quince minutos que respaldará con un manojo de otras obligaciones culturales departamentales; no lo culpo, es cuestión de agenda. Nos interesa la política pública, la sociatividad, el empoderamiento de los actores que están desarrollando proyectos en los territorios, haremos todo lo posible para que en los espacios que hay, posicionemos esa agenda que ustedes construyan aquí, agradece Luis Eduardo y, en efecto, se despide del auditorio.
Debo seguirlo para saber cuál es su visión de la literatura boyacense, y aunque tiene prisa me presta su palabra. Al salir del auditorio el sol hiere mis ojos. Un hombre me ofrece tinto mientras alisto el celular para grabar a Luis, mi memoria no es tan precisa. Luis Eduardo empieza a hablarme del desarrollo literario de jóvenes, lo que me sorprende porque allá en ese salón oscuro detrás de mí, el noventa y nueve por ciento de personas que hay son de mediana edad, me refiero de entre los cincuenta y ochenta años. Para este texto he decidido hacer un punto específico de ‘relevo generacional’ más abajo. Quiero dar un sorbo del tinto pero debo sostener el celular y mi mirada en Luis, en su entusiasmo y sus palabras que siento sinceras. Hablamos de la poca participación de las mujeres en las convocatorias literarias, quizá haya que pensar más en el fomento de eventos y concursos exclusivos de escritoras; y, la búsqueda por implementar nuevas tecnologías en la literatura. Por fin bebo mi tinto.
Vuelvo al auditorio.
De pie frente a un gastado atril está Darío Vargas Díaz, profesor de la UPTC, escritor y gestor cultural. Sostiene con firmeza el micrófono para contextualizarnos a los que íbamos por afán de vino y letras: Este no es un encuentro de escritores con pretensión de compartir nuestros textos, es un encuentro que busca levantar un censo de existencias culturales literarias, y un censo de necesidades, y de estos dos elementos sacar un diagnóstico sobre la literatura en el departamento que nos permita incrustarnos en la elaboración de un plan de acción que esté integrado a los planes de desarrollo territoriales y municipales, de tal manera que el ejercicio de la literatura en sus diferentes ámbitos y consecuencias tengan una expresión en el presupuesto específicamente planteado por el sistema general de participaciones. Recibo este párrafo con desánimo porque quiere decir que no habrá vino gratis esta noche.
Quizá ese desánimo es porque en el fondo sé que la gestión de recursos empieza por consolidar un organismo del sector; porque no veo gente joven, sé que los hay, pero son reacios a estos encuentros de escritores; porque los espacios son invadidos por el ego evidente en cada uno de los asistentes.
“La política más viva en el país es la valletanización”
A lo largo de la mañana se habla acerca del concepto estrecho que se tiene en el país acerca de la cultura: el alcalde del municipio X piensa que apoyar presentaciones de bailes y música tradicionales, son todo lo necesario para quitarse de encima el temita quisquilloso de la cultura. Debemos hacernos visibles como sector, decir que existimos como congregación y tenemos activa presencia. Para el Ministerio de Cultura pareciera que la política más viva en el país es la valletanización, pero vamos a sacar a los escritores de la soledad del oficio de escribir para reunirnos y decir que sí hay literatura, y vamos a dejar de vivir de las migajas que caen de la mesa del Estado. Todos en el recinto aplauden las palabras de Darío, los ha hecho salir de sus accesos de tos, de sus silencios gangosos.
Los organizadores deciden hacer mesas por regiones, Sugamuxi es el grupo más numeroso, es obvio porque Iza está a solo catorce kilómetros de Sogamoso; hay mesas regionales de Tunja, provincia de Lengupá y Márquez, Occidente, Tundama, todos analizan desde sus trincheras para consolidar una red departamental. Aprovecho para buscar un rostro conocido que me acolite un cigarrillo. Encuentro a dos amigos, nos abrazamos bajo un naranjo y fumamos.
“Ni siquiera nos leemos a nosotros mismos”
Dentro de este laberíntico texto, y para no hacerlo más tedioso para el lector mimado con YouTube, he decido unir la noche del día 1 y el día 2, porque fue donde se compartieron las conclusiones del evento, la esperada exposición de necesidades y el diagnóstico.
Los delegados de las mesas expusieron uno a uno fallas y virtudes de los ámbitos literarios en cada región del departamento. En muchos municipios no hay organizaciones literarias que junten a los escritores; hablan de faltas de incentivos para creadores, y de programas radiales donde se emitan más temas de literatura y cultura; no hay una industria editorial fuerte en Boyacá; no hay, no hay, no hay; no hay presupuesto estable para el sector; se pierde la tradición, las costumbres, porque no hay quien apoye la financiación de este tipo de publicaciones; no hay bibliotecas y donde las hay, no cuentan con libros de escritores boyacenses, además el CEAB (Consejo Editorial de Autores Boyacenses) no hace el trabajo de sacar de la bodega los cientos de libros ganadores de las pasadas convocatorias; me canso, estoy agotado, han sido horas de apuntar en mi pequeña libreta algunas de las dificultades del sector que pareciera que no tuviesen fin; no hay distribuidores; “carecemos de un fondo de edición y publicación a través del gobierno”, aunque este papel, por estatutos, lo cumpla el CEAB; no hay personas idóneas para llevar la gestión de los proyectos culturales ni el departamento ni en el país. Alguno que otro asiente, algún otro duerme; ha empezado la noche a destrozar esos débiles cuerpos que se escurren de las sillas Rimax.
Alguno entre el público habla acerca de la importancia de las humanidades en el rol escolar para hacer nuevos lectores y escritores. No veo al dueño de esa engrosada voz, está tras una gigantesca columna. Le agradecen, lo llaman ‘profesor’. Resulta que entre lo que se está haciendo en Boyacá, con o sin apoyo del gobierno, son ejercicios de talleres escolares. Lo subrayo en mi libreta porque varios coincidieron en que se deben fortalecer estos importantes procesos ya que es desde las escuelas, incluso desde las universidades, donde se siembran lectores y escritores. Algunos de los asistentes que son profesores, dicen que hay un vacío estructural entre educación y cultura, que permanece una dosis puritana y moralista en la educación que no permite una libertad de autonomía escolar, ni una libertad de pensamiento para los docentes y para los alumnos.
Después de la cena, con un grupo de amigos vamos al pueblo a beber unas cervezas y un aguardiente. Aprehendo ese cultivo de palabras, esa belleza que se manifiesta en las tertulias sin planeación. La lluvia nos obliga a volver al hotel. Al final de la noche me pierdo entre borborigmos y la soledad que no se me despega, el placer del perfume de un Pielroja, y un tequila que quedé debiendo. Ni siquiera me despido.
El día 2 del encuentro me recibe con frío. Ya bebo un tinto frente a mi laptop. Bajo el naranjo hay un enjambre de abejas que acechan con mi escritura, se ve que son feroces, de filuda punta, de tinta corrosiva, les digo que estoy preparando el artículo para el periódico, no se trata de nada que atente contra su oficio de abejas. Fumo.
Ese gato es el mejor de todos, dice una mujer señalándome evidentemente a un gato, blanco con el lomo manchado de naranja, duerme, pienso que sigue ebrio, guarda bajo su pecho La transparencia del aire, del escritor Oscar Vargas, de la editorial boyacense Burdelianas Poetry; quizá robe ese libro más tarde.
“No existe en el país una política cultural coherente”
Aunque todos esperan a Luis Eduardo en este nuevo día, porque el Secretario está anunciado en el programa, en el salón oscuro está una delegada de la Secretaría de Cultura. Andrea Pardo, encargada de las políticas públicas de cultura, dice a mi celular que en el evento encontró un gran interés por producir en el campo de la literatura, unas políticas públicas que les permitan trazar un camino y fortalecer el sector. Habla con parsimonioso aliento, percibo que está asustada porque minutos antes, adentro en el auditorio, le exigieron la presencia del Secretario, de Luis Eduardo; no lo culpo, es cuestión de agenda. Estamos construyendo la política pública de cultura del departamento, en general, y esto es un gran paso para poder fortalecer las nuevas políticas que vengan. Andrea enfatiza aquél en general, porque sabe que las especificaciones que le dieron desde el gobierno del sector literario no son certeras, no las hay. Y esto lo acaba de saber porque luego de su intervención datológica y burocrática, Darío Vargas le dijo que El Estado va por un lado distinto a las necesidades del departamento, porque no existe en el país una política cultural coherente; el funcionario tiene el discurso muy bien aprendido pero desconoce las problemáticas reales; hasta ahora no existe un puente entre los procesos de planeación y los consejos municipales de cultura, por eso nada funciona. Cuando estábamos en el recinto, antes de que me diera la entrevista, Andrea mostró en diapositivas una serie de problemáticas identificadas por la Secretaría de Cultura donde, irónicamente, se evidencia el desconocimiento por la gestión pública de la diversidad sociocultural, y la urgencia de adecuar la respuesta institucional a las nuevas realidades del sector cultural del departamento. Sí, acá es donde entra ese insípido en general.
Sigue el día con su clima sin carácter, son cinco minutos de intenso sol por otros cinco de llovizna. Se fueron la mitad de los entes escribanos, se fue el coordinador del área de literatura del FIC, sí, siempre estuvo por ahí, huidizo. En palabras de una de las escritoras y gestoras literarias más reconocidas del departamento, Elizabeth Córdoba: ¿Cómo hacernos un sistema si aún no somos célula? Sin embargo, los que se han quedado después del almuerzo, socializan las necesidades, hacen un registro de las organizaciones participantes.
DESCONOCIMIENTO, así, en mayúsculas, es lo que concluyo en mis notas. Luego de que socializaran las problemáticas, quedan inocentes definiciones de lo que se sabe de organizaciones literarias en cada región, no se sabe con certeza cuántos escritores y trabajadores de la literatura existen en los municipios, ya que muchos tampoco quieren salir de sus hábitats literarios. Alguno osó a decir que no nos leemos a nosotros mismos, problema que no creo que sea netamente de la literatura boyacense, pero sí nos afecta, no sabemos quiénes somos ni mucho menos cuál es nuestra calidad literaria. En este desconocimiento, está también el que se tiene frente a la ley, frente a las políticas ya establecidas, a los recursos financieros ya aprobados por el Ministerio y la Secretaría; muchas de las convocatorias literarias quedan desiertas, y se dejan perder los dineros; pero acá entra el rol del Estado en divulgar la información y enseñarle a las personas a cómo acceder, a cómo redactar un proyecto, a cómo apropiarse y salvar el trayecto que han luchado otros años atrás.
Escritores con ganas de publicar los hay, trabajadores de la gestión cultural literaria los hay, y más allá de estas pocas conclusiones que traté de rescatar de mi libreta, está el deseo de unión, de decir con una sola voz que sí hay un sector literario en Boyacá para hacerse sentir a nivel nacional, donde hasta ahora, pareciera que ha pasado desapercibido todo el ejercicio. Se deben superar egos, desconocimientos, amores estancados en tradicionalismos y aberraciones a lo digital, se deben superar brechas propias del oficio, soledades que no aportan, todo esto con el único fin de consolidar una red de escritores y organizaciones literarias boyacenses. Por eso, este encuentro, que al final logró reunir a cerca de cien personas desde distintas partes del departamento, se concluyó como todo un éxito.
Relevo generacional
Algunas de las voces más potentes en el encuentro fueron las de Martha Castellanos y Felipe Ospina (escritor y representante de la Fundación Jetón Ferro de Chiquinquirá), los únicos jóvenes que se hicieron presentes en el encuentro. Discurso y poesía potentes, aplaudidos. Mientras escribo, me pregunto ¿por qué no hay organizaciones de escritores jóvenes boyacenses? Quizá existan afuera grupos que logran reunir jóvenes ávidos de tinto y tinta, pero no están presentes en el evento. La poeta Martha, de diecinueve años, dice jocosamente A mí no me invitaron, yo vine porque quise. Querer, la importancia del querer, frente a la mala gestión propia del evento al no buscar a grupos jóvenes. Felipe Ospina dice a mi celular que el evento ha sido tan importante como tensionante en tanto que hay perspectivas diferentes a lo que es la literatura, y creo que eso enriquece al sector. Le pregunto por su visión de los jóvenes, mira hacia al naranjo, también siente el acecho de las abejas: Hay que saber unificarse para poder aprovechar estos espacios, es un momento propicio para que los jóvenes nos organicemos y poder aportar a las organizaciones ya existentes.
Como organización de jóvenes apoyó la Corporación Alejandría, quienes en su misma preocupación, han vinculado en sus procesos literarios a un grupo de 20 jóvenes boyacenses. Alejandría se ha preocupado por los que vienen, vale la pena que esta red de verdad se expanda, que allí quepan los que están iniciando su proceso sean solos o dentro de un grupo. Pero que sean escuchados y que las políticas no se construyan solo por mayores, que los menores de 50 sean ojalá la base de esta construcción ya que es a los jóvenes a quienes finalmente afectarán estas políticas, dice María Francia Blanco como representante de la Corporación.
Debe haber un encuentro generacional, porque creo que los que han caminado antes tienen mucho por decirnos de lo que significa cuál es el esfuerzo de escribir en Boyacá. Veo la grabación en mi celular, la visión de Luis Eduardo Ruiz, Secretario de Cultura y Patrimonio de la Gobernación de Boyacá, quien hizo un balance acerca de las expectativas frente al ejercicio de los jóvenes en la escritura: Empiezan a hacerse más visibles las nuevas dinámicas, los nuevos lenguajes y las nuevas expresiones literarias que se desarrollan en el departamento, los escritores más jóvenes empiezan a tener una presencia más destacada en los espacios culturales como el propio Festival Internacional de la Cultura, y en el marco del propio Consejo Editorial de Autores Boyacenses. El Secretario recalcó el trabajo hecho por los jóvenes frente a la novela gráfica, que dice ha tenido mucha acogida tanto de participación como de aceptación por los entes literarios en el departamento. Empiezan a aparecer los libros ilustrados, que es con lo que principalmente se puede fomentar la literatura en los primeros años de vida, permite el encuentro entre padres e hijos sobre las historias que se cuentan a partir de la imágenes; sin embargo, hace falta promover el libro álbum en la literatura boyacense.
Muchas voces se quedaron por fuera de este encuentro, porque muchos no creen que se pueda hacer una sola red de escritores, muchos otros son ignorados por las organizaciones ya establecidas, los escritores independientes quieren hacer sus luchas desde sus excavaciones de papel y tinta. Acá cabe toda una generación que hoy se siente excluida, o que decide el autoexilio; pero, se hace un llamado porque para generar una fuerza contundente de escritores, es tan importante la narrativa costumbrista, como las realidades a las que se afrontan los jóvenes ahora.
¿Qué es ser escritor? , el viento vuelvea traerme aquella pregunta, y como no la quiero responder, entonces fumo.
El petróleo no pudo manchar el evento
No apoyamos el fracking. Es lo que dicen los escritores que vienen al encuentro.
Era el primer día, ya habían hablado algunos expositores. El Secretario de Cultura y Patrimonio ya se había ido, no lo culpo, es cuestión de agenda. Vino un hombre que luego supe, se llama Omar Vargas, enfurecido se dirigió a un grupo del público y señaló el afiche promocional pegado en la pared; leímos, decía: Maurel & Prom. Estamos en Iza, a dos kilómetros de nuestro vaso de agua que es Tota, yme encuentro que este evento supuestamente financiado por la Gobernación de Boyacá, resulta que también está financiado por las personas que vienen y nos abren huequitos, nos fracturan, nos quitan el agua para buscar petróleo, dice Omar acomodándose el sombrero porque las nubes han vuelto dejar salir a jugar al sol, y sigue exponiendo su queja que parece ser bien recibida por el sector literario que lo escucha. Hace diez días estábamos bajo la lluvia protestando contra las personas que están perforando nuestro planeta, y hoy estamos bajo el cobijo de las letras y el conocimiento, avalando a estos mismos personajes. Veo asombro, descontento, los escritores se sienten manchados porque no sabían del apoyo de la petrolera. Los organizadores del encuentro dicen que el apoyo de la Gobernación no fue suficiente, que tuvieron que golpear puertas privadas, y aprovecharon la responsabilidad social a la que está obligada esta empresa para hacer uso de esos recursos.
A partir de esto, los escritores dejan en claro, por medio de un comunicado a la opinión pública, su contundente rechazo al fracking en el departamento y en el país.
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