Vivimos en sociedades en las que la disciplina y el esfuerzo tanto grupal como individual, son premiados con insultos y golpes, donde leer una novela de 500 páginas es señal de pobreza porque suponen que no debes tener dinero para comprar un celular, o pagar el cable o el WiFi, y eso te hace merecedora de un batazo en la torre; donde educarse (sí, por más inverosímil que parezca) no sirve para que te escuchen, porque primero debes cumplir con las tareas domésticas.
Habitamos en sociedades que te dicen que es más valeroso extender las piernas en lugar de los brazos; donde unos miran de soslayo mientras otros premian o excusan al violador, al mediocre, al corrupto, al leguleyo, al golpeador de mujeres, al ladrón, al avivato. Sociedades donde las víctimas son castigadas con arengas de necios que revictimizan, que señalan, y para mostrar mejor mi idea me pierdo en el cliché de hunden el dedo en la herida.
Resistimos en sociedades que te obligan aprender artes marciales o cualquier otro tipo de defensa personal para protegerte en la escuela, en la calle, en el bar, en la oficina, en el transporte público; que te dicen que debes cargar cuchillo, spray de gas pimienta, revólver, ladrillo, o aunque sea una novelita de paulocoelho para espantar al atacante; donde es responsabilidad de cada una de nosotras ejercitar los bíceps, tríceps, y hasta el clítoris debe estar fornido para poderle romper la verga al que te la meta sin tu consentimiento, y si no resulta, entonces tener fortalecidos los músculos mandibulares para sostener bien abierta la boca durante una hora, lo mismo que cinco minutos, o tres, o dos, o el violador eyaculador precoz te picará con macheta y te olvidará en la profundidad de un bosque, y nuestro recuerdo se perderá en los archivos de la justicia colombiana la misma donde los políticos canallas dicen: En caso de violación, relájese y disfrute, y, es que quizá, ese canallita, ese hembro muy macho que dijo tal insulto, ya ni ha de sentir el palpitar en sus enormes porosidades sexuales que le debieron abrir los que lo pusieron en el Congreso, él sí es un ejemplo de callarse y disfrutar.
Que si te acosan es por tu culpa, por salir tan tarde en la noche, por salir tan temprano en la mañana, en harapos, sola, por maquillarte como dulce Bambi de Disney, por coqueta (porque limpiarse las lagañas de los ojos es coquetear, porque sacarse el calzón del culo es coquetear, porque rascarse las tetas es coquetear, porque amamantar en el centro comercial es coquetear, porque preguntar la hora es coquetear, porque decir: Hijodeputa deje de mirarme, es coquetear).
Que si te golpean es porque eres grosera en tus elocuciones y alocuciones, porque piensan que cuando te llamas a ti misma feminista dejas atrás todo rastro de feminidad, porque no preparaste la cena, porque no has dormido al niño, porque hablaste durante el partido de fútbol, porque fumaste un cigarrillo antes de llegar a casa, porque no despertaste de rodillas con rosario en mano y fuero en la boca; que te hiciste merecedora de una puñalada en la panza porque olvidaste que la cerveza se sirve siempre fría. Fría. Fría. No lo olvides.
Estas declaraciones me llevaron a reflexionar, que todos aquellos defensores de los delincuentes, o, los que están sumidos en las negras aguas del lago meimportaunculismo, serán víctimas, ellos o sus familiares, de perderse en los callejones de la justicia, por culpa de todo lo que babean sobre el teléfono celular, por no querer escuchar, por su cobardía, por no leer, por creer en sus propias mentiras, por su derrota.
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En medio de mis cavilaciones, algo distantes, algo chocantes, algo afiladas, veo el rostro de mi hija, y quiero luchar por ella, y más que eso, enseñarle a luchar, para que tenga tiempos menos crueles que los que vivimos hoy. Quise hablar a través de ella, en voz de hembra, de mujer, de niña, de princesa, de colegiala, de mecánica, de gerente, de escritora, de ama de casa, de ecologista, de científica, de administradora, de profesora, de madre, de aseadora, de locutora, de prostituta, de mendiga, de todas ellas que resisten la cobardía de estas sociedades insatisfechas de egoísmo.
Y sé que quizá personas del mismo talante talantísimo de Amparo Grisales, me arrastren por el suelo y me llamen cobarde y feministo (así, con O), y que declaren este texto como vana esquizofrenia feminista.
Publicación original para EL DIARIO
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