De Rusia con amor: Los incendiarios

  Un ruso conquistó el corazón de los tunjanos y, no hay lugar adónde escapar. Su nombre es Mijaíl, pero no Bulgákov, sino uno con apellido más huraño, como de malo de película del Agente 007: Krasnov, Mikhail Krasnov. Trajo banderas nuevas con lemas de siempre: democracia, anticorrupción, transparencia, incluso prometió deshacerse de las políticas tradicionales que tanto daño han hecho a la capital boyacense. Como alcalde, el ruso ha exprimido hasta lo ridículo las redes sociales para tratar de mantener la aceptación de todos los ciudadanos y, sobre todo, ganar la confianza de quienes no votaron por él; y, hay cierta desesperación en ello, pues sabe que es manejado al antojo de un par de incendiarios rojos y algunos exiliados verdes, y sabe, que lo sabemos. Por eso, este capítulo de Café del Pasaje, es un camino bifurcado: ‘De Rusia con amor’, y, ‘Los incendiarios’. Capítulo uno, De Rusia con amor. Durante la última década he querido convencerme de que Tunja ya no es una ancia

Latinoamérica, un sueño bolivariano que Maduro y los medios lapidan

Foto: minutouno.com

Impulsado por el zarpazo que da el capitalismo, está el neoliberalismo rebozando los cogotes de los medios de comunicación arraigados al billete de la diestra o la siniestra. Desde la comodidad de sus asientos de cuero los grandes medios de comunicación latinos, norte americanos y europeos, capotean su verdad acomodada al que mejor pague moneda oro.
La memoria histórica latinoamericana se desangra con la verborrea del bocón de Maduro, que más que tratar de blandir la espada bolivariana, lo que hace es arengar despropósitos como lanzando patadas de ahogado, borborigmos cargados de analfabetismo social. Es lamentable ver cómo un sueño socialista que pasó por Fidel y Chávez (estos dos que pasaron de resistencia a dictadura, y de dictadura no quisieron avanzar), hoy ha quedado en manos de una mente bárbara y necia, incapaz de sobrellevar un mandato tan ingente como el legado por Bolívar. Y si Maduro cae, a este deberá suceder un pensador idóneo para la tarea. La derecha sabe que Maduro es un boquiflojo y por eso da el puntapié.
Desde estas dos anteriores perspectivas se podría pensar que se empieza a destruir la esperanza de una llamada Verdadera Revolución, esa que piensa en la unificación de los países latinoamericanos. Tal como se atrevió Santos a asegurar agarrando su celular y sentado en el retrete (su mayor inspiración para el trino del día). Pero hoy se ven las cosechas de anteriores revoluciones en las calles venezolanas y colombianas. Miles de jóvenes piden mejoras de vida, estudio digno y salarios justos, sistemas de salud óptimos y, alguno pedirá el renacer de César Vallejo como el profeta que debió ser. Estos jóvenes cansados de ver parásitos como gobernantes, de ver la tinta untada de billete verde en el periódico matutino, han vuelto a salir a las calles para defender sus derechos.
Sea de derecha o izquierda el vulgo es influenciable, y, es acá cuando la política malsana aprovecha con su insensatez y justicia de puñal para corromper los legítimos actos calumniando y manipulando para sus intereses financieros. Los grandes medios de comunicación crean bandidos y héroes, gadafis y obamas por doquier. Ni hablar cuando grupos religiosos meten las hediondas garras en el frasco.
No han importado los genocidios o las vejaciones que han sembrado los estados capitalistas en el sur de América, la injerencia del capital no se rendirá y jugará siempre con la manipulación y la desinformación. Los ataques de Mercosur a los países de políticas de izquierda, la propia OEA, el discurso de la política derechista mafiosa y ciega, los grupos noticiosos parciales como Telesur o RCN que no son capaces de soltar la teta: todos enlodados baten el rabo al ver el signo pesos. Ha nadie importa los jóvenes de 17 ó 23 años que caen muertos en las calles venezolanas, no importan las afrentas que hace la policía a madres con bebés en brazos, a nadie importa (aprovecho para decir) que el ESMAD ataque a personas en condición de discapacidad, a nadie importa sencillamente porque al contratista de turno no le importa su color, no le importa su partido político, al contratista de turno solo le importa la chequera del político y que siga la matanza para tener más dinero.
Sigue resistiendo esa fuerza del llamado bolivariano, esa Patria Grande utópica bañada con la sangre del pueblo. Sigue resistiendo ese sueño bolivariano en los puños de los jóvenes que hoy con más fuerza deben resistir a las pezuñas capitalistas que quieren rasgar las entrañas del sueño: Ser la unión de los pueblos latinoamericanos y ser una fuente autosuficiente.

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