Leer en el parqueadero del San Andresito

Quería escribir sobre literatura y el Pasaje de Vargas en Tunja. Pero, en mi irresponsabilidad con ofrecer la verdad al lector (si la mereciera), debo decir que ya no leo ni escribo en ese sitio. Los últimos años frecuento el parqueadero del San Andresito. Digo esto con el miedo de caer en el cliché de café, cigarrillo y libro . A dos cuadras de la Plaza de Bolívar, hay un centro comercial llamado San Andresito, con un amplio parqueadero donde hay un café de sillas de durísimo plástico, tambaleantes mesas metálicas, y donde por mil pesos te venden un tinto oscuro , de greca, como antaño, tinto que al primer sorbo sientes que te perfora el esófago . Y se puede fumar. Allí las tenderas aguantan mi silenciosa presencia durante dos o tres horas, con tres tintos y seis cigarrillos, según me atrape el libro que lleve. Entre algunas de mis recientes lecturas están El libro del desasosiego de Pessoa, Estrella Distante de Bolaño, La muerte feliz de Albert Camus, y novelas de autores boyace

De Rusia con amor: Los incendiarios

 


Un ruso conquistó el corazón de los tunjanos y, no hay lugar adónde escapar. Su nombre es Mijaíl, pero no Bulgákov, sino uno con apellido más huraño, como de malo de película del Agente 007: Krasnov, Mikhail Krasnov.

Trajo banderas nuevas con lemas de siempre: democracia, anticorrupción, transparencia, incluso prometió deshacerse de las políticas tradicionales que tanto daño han hecho a la capital boyacense. Como alcalde, el ruso ha exprimido hasta lo ridículo las redes sociales para tratar de mantener la aceptación de todos los ciudadanos y, sobre todo, ganar la confianza de quienes no votaron por él; y, hay cierta desesperación en ello, pues sabe que es manejado al antojo de un par de incendiarios rojos y algunos exiliados verdes, y sabe, que lo sabemos.


Por eso, este capítulo de Café del Pasaje, es un camino bifurcado: ‘De Rusia con amor’, y, ‘Los incendiarios’.

Capítulo uno, De Rusia con amor.

Durante la última década he querido convencerme de que Tunja ya no es una anciana, mojigata y rezandera. Sino una adolescente que no tiene miedo de bailar en Tik Tok, o de prender un porro en el parque, o vestir faldas cortas ajustadísimas al culo y con medias de malla; una adolescente quien acaba de perder la virginidad con su mejor amiga, que lee a Clarice Lispector mientras enciende un vibrador entre sus piernas.

Con la llegada del ruso a la Alcaldía, creí que por fin Tunja sería esa adolescente, que la ciudad se refrescaría en una ola que limpiaría toda suciedad funemesca, creí que la ciudad por fin podría levantarse las enaguas, guardar el rosario y la cruz en el cajón de la mesita de noche, lanzar por los aires el cornette y pasearse libremente con las tetas al aire por campos de cebada y papa.

Tunja es hoy una adolescente que acaba de perder la virginidad con un amante viejo e insaciable, un amante que la captura cada que quiere, la folla en la cocina, en el baño, en las escaleras, en el cuarto de ropas, en el garaje. Y no satisfecho, llama a sus amigos rojos y azules para que lo ayuden a violarla.

La adolescente, ultrajada, no tiene más salida que vestirse las enaguas y el viejo hábito, y postrarse de rodillas ante los malhechores que siempre la han acechado.

Lo del alcalde ruso ha sido tan mágico como deprimente, si habláramos de literatura, sin duda sería una historia de Dostoyevski.

Son cientos de voces que le piden hoy al ruso que no le falte músculo en el pantalón para comenzar a tomar distancia de quienes esos rojos y azules que le hablan tan de cerca, que, como los Karamázov, se aparte de los que dicen ser sus hermanos.

¿Quién será entonces el mezquino Dimitri, y quién el compasivo Aliosha?

Acá inicia el segundo capítulo de este podcast: Los incendiarios.

Héctor Chaparro y Rodrigo Rojas, son dos liberales que cenaron en el comedor verde por años. Cuando quisieron desbancar a sus antiguos amigos y tomar el poder, hicieron una terrible campaña negativa. En otras palabras, de un momento a otro, todo les pareció que estaba mal dispuesto en el comedor; entonces, quisieron poner su propia mesa y sus propios meseros y todo lo demás a su antojo. Este par de liberales de chaqueta arcoíris, hicieron toda su cruzada para lograr la gobernación, mordiendo la mano de su antiguo dueño. Y no lo lograron.

Rodrigo aparte de ser mal perdedor, también es diputado. Y Héctor, Héctor lo acompaña en su lamento, invitando a Bogotá cada quince días a los alcaldes de Sogamoso y de Tunja. Siguen en campaña negativa, nada les gusta, todo lo que ven verde es enfermedad; y, en ese juego, solo ha perdido la ciudad capital de Boyacá.

Aprovechan todos los males del departamento para hacer campaña negativa: el mal estado de las vías, la lluvia, el puente, la riña callejera, la tragedia de los incendios forestales y, los suicidios en el departamento ocurridos durante enero. Han exprimido todo el jugo solo para engrandecer su negocio, pagan publicidad en redes sociales para decir que los suicidios son culpa de la mala administración verde; ni siquiera respetan el dolor de los familiares, les importa un carajo todo, porque todo para ellos es negocio, y en los negocios de estas mafias boyacenses, todo vale.

Y este par de incendiarios, que hacen parte de las políticas más tradicionalistas, son quienes están sentados junto a Krasnov.

Aunque el ruso trató de ocultar los nombres de las cuotas de los partidos tradicionales para ocupar cargos en distintas secretarías, más temprano que tarde, le fue imposible mantener en silencio tanta mancha roja y azul con las que untó manos y cogote en la recta final de su campaña.

¿Hasta dónde llega el respaldo de los partidos tradicionales sobre esta administración? ¿Hasta dónde tienen voz y voto en las decisiones del manejo de recursos? ¿Cuáles eran las políticas tradicionales que iba a acabar Mikhail? ¿Los tunjanos somos acaso objeto de un nuevo experimento socio económico llevado a cabo por los mismos miserables ladrones de siempre? Hasta el momento, sí.

Cuando el ruso recibió la credencial de alcalde, por parte de la Registraduría, en la UPTC, estuvo rodeado de partidarios conservadores que, como sanguijuelas, estuvieron prendidos a su chaqueta durante toda la ceremonia. La representante Ingrid Sogamoso, cabeza del partido azul en Boyacá, junto con Camilo Hoyos quien milita en ese mismo partido, no se le despegaron al ruso en ningún momento, le susurraban al oído, querían salir en todas las fotos que le tomaban al extranjero. Pues resulta que Hoyos, según los más expertos en alimañas, fue quien manejó el Concejo Municipal en la administración anterior, y hoy es presidente de esa Corporación.

El ruso aseguró que daría trabajo en la alcaldía a quien lo mereciera, no por favores, como lo han hecho Rodrigo y Héctor, por supuesto; pero, la realidad es que el avalado por Roy Barreras, ya ha puesto a dedo a un centenar de amigos, allegados, familiares de la gestora, incluso a los enemigos, a quienes lo demandan, los pone a trabajar con él.

Prometió escuchar a los ciudadanos para construir el Plan de Desarrollo, y atender los negocios y contratos más apremiantes.

Krasnov ha cabalgado para llegar a puestos de empanadas y colegios públicos, hasta a embajadas y despachos en Bogotá. Todos quieren charlar con él y le abren la puerta, porque es la atracción novedosa del circo. Según los maquillistas, administradores de redes sociales y/o el llamado grupo de comunicaciones de la Alcaldía, el equipo ruso trabaja de sol a sol, sin descanso, cosa que solo les consta a ellos. ¿Les pagarán horas extras al menos? ¿Qué enseñanza nos revelaría Tolstoi sobre el ansioso trabajador?

Los tunjanos no podemos mantenernos en la expectativa de qué va a suceder. Cada minuto cuenta para poder sacar esta ciudad del agujero que cavó la anterior administración, la ciudadanía sigue asqueada de la suciedad funemesca que se esparció como lepra sobre cada contrato firmado en la alcaldía.

 

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