Un ruso conquistó
el corazón de los tunjanos y, no hay lugar adónde escapar. Su nombre es Mijaíl,
pero no Bulgákov, sino uno con apellido más huraño, como de malo de película
del Agente 007: Krasnov, Mikhail Krasnov.
Trajo banderas nuevas con lemas de siempre: democracia,
anticorrupción, transparencia, incluso prometió deshacerse de las políticas
tradicionales que tanto daño han hecho a la capital boyacense. Como alcalde, el
ruso ha exprimido hasta lo ridículo las redes sociales para tratar de mantener
la aceptación de todos los ciudadanos y, sobre todo, ganar la confianza de
quienes no votaron por él; y, hay cierta desesperación en ello, pues sabe que
es manejado al antojo de un par de incendiarios rojos y algunos exiliados
verdes, y sabe, que lo sabemos.
Por eso,
este capítulo de Café del Pasaje, es un camino bifurcado: ‘De Rusia con amor’,
y, ‘Los incendiarios’.
Capítulo
uno, De Rusia con amor.
Durante la
última década he querido convencerme de que Tunja ya no es una anciana,
mojigata y rezandera. Sino una adolescente que no tiene miedo de bailar en Tik
Tok, o de prender un porro en el parque, o vestir faldas cortas ajustadísimas
al culo y con medias de malla; una adolescente quien acaba de perder la
virginidad con su mejor amiga, que lee a Clarice Lispector mientras enciende un
vibrador entre sus piernas.
Con la
llegada del ruso a la Alcaldía, creí que por fin Tunja sería esa adolescente,
que la ciudad se refrescaría en una ola que limpiaría toda suciedad funemesca,
creí que la ciudad por fin podría levantarse las enaguas, guardar el rosario y
la cruz en el cajón de la mesita de noche, lanzar por los aires el cornette y
pasearse libremente con las tetas al aire por campos de cebada y papa.
Tunja es
hoy una adolescente que acaba de perder la virginidad con un amante viejo
e insaciable, un amante que la captura cada que quiere, la folla en la cocina,
en el baño, en las escaleras, en el cuarto de ropas, en el garaje. Y no
satisfecho, llama a sus amigos rojos y azules para que lo ayuden a violarla.
La
adolescente, ultrajada, no tiene más salida que vestirse las enaguas y el viejo
hábito, y postrarse de rodillas ante los malhechores que siempre la han
acechado.
Lo del
alcalde ruso ha sido tan mágico como deprimente, si habláramos de literatura,
sin duda sería una historia de Dostoyevski.
Son cientos
de voces que le piden hoy al ruso que no le falte músculo en el pantalón para comenzar
a tomar distancia de quienes esos rojos y azules que le hablan tan de cerca,
que, como los Karamázov, se aparte de los que dicen ser sus hermanos.
¿Quién será
entonces el mezquino Dimitri, y quién el compasivo Aliosha?
Acá inicia
el segundo capítulo de este podcast: Los incendiarios.
Héctor
Chaparro y Rodrigo Rojas, son dos liberales que cenaron en el comedor verde por
años. Cuando quisieron desbancar a sus antiguos amigos y tomar el poder,
hicieron una terrible campaña negativa. En otras palabras, de un momento a otro, todo les pareció
que estaba mal dispuesto en el comedor; entonces, quisieron poner su propia
mesa y sus propios meseros y todo lo demás a su antojo. Este par de liberales
de chaqueta arcoíris, hicieron toda su cruzada para lograr la gobernación,
mordiendo la mano de su antiguo dueño. Y no lo lograron.
Rodrigo aparte
de ser mal perdedor, también es diputado. Y Héctor, Héctor lo acompaña en su
lamento, invitando a Bogotá cada quince días a los alcaldes de Sogamoso y de
Tunja. Siguen en campaña negativa, nada les gusta, todo lo que ven verde es
enfermedad; y, en ese juego, solo ha perdido la ciudad capital de Boyacá.
Aprovechan
todos los males del departamento para hacer campaña negativa: el mal estado de
las vías, la lluvia, el puente, la riña callejera, la tragedia de los incendios
forestales y, los suicidios en el departamento ocurridos durante enero. Han
exprimido todo el jugo solo para engrandecer su negocio, pagan publicidad en
redes sociales para decir que los suicidios son culpa de la mala administración
verde; ni siquiera respetan el dolor de los familiares, les importa un carajo
todo, porque todo para ellos es negocio, y en los negocios de estas mafias
boyacenses, todo vale.
Y este par
de incendiarios, que hacen parte de las políticas más tradicionalistas, son
quienes están sentados junto a Krasnov.
Aunque el
ruso trató de ocultar los nombres de las cuotas de los partidos tradicionales
para ocupar cargos en distintas secretarías, más temprano que tarde, le fue
imposible mantener en silencio tanta mancha roja y azul con las que untó manos
y cogote en la recta final de su campaña.
¿Hasta
dónde llega el respaldo de los partidos tradicionales sobre esta
administración? ¿Hasta dónde tienen voz y voto en las decisiones del manejo de
recursos? ¿Cuáles eran las políticas tradicionales que iba a acabar Mikhail?
¿Los tunjanos somos acaso objeto de un nuevo experimento socio económico
llevado a cabo por los mismos miserables ladrones de siempre? Hasta el momento,
sí.
Cuando el
ruso recibió la credencial de alcalde, por parte de la Registraduría, en la
UPTC, estuvo rodeado de partidarios conservadores que, como sanguijuelas,
estuvieron prendidos a su chaqueta durante toda la ceremonia. La representante
Ingrid Sogamoso, cabeza del partido azul en Boyacá, junto con Camilo Hoyos
quien milita en ese mismo partido, no se le despegaron al ruso en ningún
momento, le susurraban al oído, querían salir en todas las fotos que le tomaban
al extranjero. Pues resulta que Hoyos, según los más expertos en alimañas, fue
quien manejó el Concejo Municipal en la administración anterior, y hoy es
presidente de esa Corporación.
El ruso aseguró
que daría trabajo en la alcaldía a quien lo mereciera, no por favores, como lo
han hecho Rodrigo y Héctor, por supuesto; pero, la realidad es que el avalado
por Roy Barreras, ya ha puesto a dedo a un centenar de amigos, allegados,
familiares de la gestora, incluso a los enemigos, a quienes lo demandan, los
pone a trabajar con él.
Prometió escuchar
a los ciudadanos para construir el Plan de Desarrollo, y atender los negocios y
contratos más apremiantes.
Krasnov ha cabalgado
para llegar a puestos de empanadas y colegios públicos, hasta a embajadas y
despachos en Bogotá. Todos quieren charlar con él y le abren la puerta, porque
es la atracción novedosa del circo. Según los maquillistas, administradores de
redes sociales y/o el llamado grupo de comunicaciones de la Alcaldía, el equipo
ruso trabaja de sol a sol, sin descanso, cosa que solo les consta a ellos. ¿Les
pagarán horas extras al menos? ¿Qué enseñanza nos revelaría Tolstoi sobre el
ansioso trabajador?
Los
tunjanos no podemos mantenernos en la expectativa de qué va a suceder. Cada
minuto cuenta para poder sacar esta ciudad del agujero que cavó la anterior
administración, la ciudadanía sigue asqueada de la suciedad funemesca que se
esparció como lepra sobre cada contrato firmado en la alcaldía.
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