Leer en el parqueadero del San Andresito

Quería escribir sobre literatura y el Pasaje de Vargas en Tunja. Pero, en mi irresponsabilidad con ofrecer la verdad al lector (si la mereciera), debo decir que ya no leo ni escribo en ese sitio. Los últimos años frecuento el parqueadero del San Andresito. Digo esto con el miedo de caer en el cliché de café, cigarrillo y libro . A dos cuadras de la Plaza de Bolívar, hay un centro comercial llamado San Andresito, con un amplio parqueadero donde hay un café de sillas de durísimo plástico, tambaleantes mesas metálicas, y donde por mil pesos te venden un tinto oscuro , de greca, como antaño, tinto que al primer sorbo sientes que te perfora el esófago . Y se puede fumar. Allí las tenderas aguantan mi silenciosa presencia durante dos o tres horas, con tres tintos y seis cigarrillos, según me atrape el libro que lleve. Entre algunas de mis recientes lecturas están El libro del desasosiego de Pessoa, Estrella Distante de Bolaño, La muerte feliz de Albert Camus, y novelas de autores boyace

Más allá del fútbol, Pelé


 


Acabó el mundial en Catar y lo más representativo que quedó de este en la memoria de los aficionados, fue el ridículo protagonizado por el argentino 'Dibu' Martínez. Seguro todos lo vieron, incluso los más científicos y cultos renegados al fútbol y quienes solo ven tenis y Fórmula Uno, todos conocen el gesto enemigo del balompié.

Le aplaudieron el espectáculo al 'Dibu', enmarcó primeras planas en periódicos de todo el mundo, opacó incluso la imagen del mismísimo principito Messi. Las pantallas de los celulares aún muestran los memes con la mueca estúpida del arquero argentino sosteniendo el 'Guante de oro'.

Con ese solo gesto, insoportable tan solo al recordarlo, sepultó las denuncias con las que inició el mundial de Catar, borró el esfuerzo de equipos como Francia, Croacia y Marruecos, hasta el trabajo de su propio equipo fue puesto en la guillotina por su acto de viril imbécil.

Eso queda del fútbol hoy: un pelafustán frota una estatuilla contra su miembro y millones de aficionados ríen y aplauden, cliquean like y comparten, viralizan la estupidez en la red.

Las nuevas generaciones están acostumbradas a ver e idolatrar fanfarrones de la calaña del 'Dibu', porque las mafias que rodean al fútbol así lo desean, exprimen la imagen de jugadores hasta que no les pueden sacar más dinero y luego los desechan. La explotación laboral, las marcas que les pagan absurdas sumas de dinero por sostener un paquete de papas, el mercado de likes en redes sociales, canciones de despecho de Shakira, todo un circo mercantil tirado sobre una grama sintética.

Por eso hoy, más allá del fútbol, está Pelé.

A mis 10 años pude visitar el estadio La Independencia de Tunja. Fue para ver un partido de Lanceros (qué poderoso nombre para un equipo de fútbol), contra Millonarios, y me interesé en el fútbol, el juego y la técnica. Resulté sentado frente al televisor los sábados apoyando al América de Cali.

Debo decir que, cuando intenté jugar ese deporte con mis amigos, yo no era la primera opción cuando escogían jugadores para armar los equipos. Ya que no contaba ni con el físico o la motricidad para pegarle al balón, decidí ser un sabiondo estadista de datos importantísimos como por ejemplo saber quiénes financiaban al América de Cali o patrocinaban al Nacional, datos de fechas y nombres, y, mientras me documentaba, apareció en mi vida Edson Arantes, Pelé, la envidia del mundo y el orgullo de la favela, las negritudes, de Brasil, de Latinoamérica.

El juego bonito, la elegancia, la cara del juego limpio y el ejemplo más impactante de la tenacidad y dedicación, el amor por lo que se hace y el verdadero significado de la palabra talento.

Durante décadas pasarán falsos ídolos a través de las pantallas y ninguno le llegará a los tobillos a Pelé, el rey del balompié. Algunos podrán estar en desacuerdo, pero nadie podrá negar que fue O Rei quien, durante los años del cincuenta y seis al setenta y siete, inventó todas las jugadas que hoy los más jóvenes, apenas pueden imaginarse intentar repetir. Sigue siendo el jugador más joven en marcar un gol en un mundial; pero, más allá de las estadísticas, está el hecho de que nadie igualará la fantasía de esa enorme leyenda, que vivió su niñez pateando mangos y se retiró del fútbol a los treinta y seis con tres copas del mundo en su mesa de noche.

Si alguna de mis hijas un día quisiera practicar fútbol, sin duda le enseñaré de la vida de Edson Arantes Do Nascimiento, un verdadero mago en la cancha y una persona ejemplar fuera de ella.

Adiós a los dibus y divas del fútbol de hoy.

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