Lo mosca, decía el periodista Fernando Garavito “es
lo impertinente, en cierta manera lo insoportable. Sobre el mantel blanco del
banquete nuestra presencia es un hecho incómodo […] nosotros, lo mosca, hemos
querido arrasar con la olla podrida. De ahí que, como millones de colombianos,
hayamos sido víctimas del exilio y el silencio”. Bueno, once millones y medio
de colombianos nos acabamos de posar sobre la sopa rancia de los comensales
burócratas, terratenientes, explotadores, asesinos, banqueros, Sarmiento Angulo
y Álvaro Uribe, Lafaurie y el general Zapateiro.
Si desea escucharlo:
El pueblo que fue pisoteado por
la dura bota militar, el pueblo conformado por millones de colombianos sumidos
en la pena, la miseria, el hambre, la inequidad de género, la indiferencia,
millones acostumbrados a pasearnos bajo la mesa del banquete esperando a que
cayeran las migajas, por fin, este pueblo alzó vuelo para pasearle por la cara
a los canallas para incomodarles con nuestra presencia, nuestro zumbido angustiante,
para que vean boquiabiertos cómo por millones nos posamos sobre la sopa.
Hablaremos de libertad cuando los
cizañeros no tengan de qué hablar, cuando sean tan poca cosa que no se les
entiendan los susurros que mascan bajo el tremendo ruido de nuestras alas al
azotar el viento. Está más viva la ilusión de que pronto nacerá una generación de colombianos que
verán la guerra solo en el papel y, ya no le tocará el desplazamiento, o ver
cómo decapitan al padre y violan a la madre por unas hectáreas de tierra, una
generación de niños y padres que podrán ver la película Lightyear sin aterrarse
por un beso lésbico, una que tenga como mayor preocupación encontrarle gracia a
los libros de Jorge Franco.
Sin embargo, como seres humanos
somos temerosos a lo nuevo, y el proceso a un país más equitativo y en paz, sin
duda será lento, lentísimo. Pero no imposible.
Antes de aparecer mañana linchado
por una turba de rodolfistas, duquistas, amayistas, uribistas, quiero, para no
perder la costumbre, hablarles sobre el exgobernador de Boyacá.
Carlos Amaya, quien hizo acercamientos individuales y hoy
representa lo más corrupto de la política, se encuentra solo con el respaldo de
sus puestos verdes, como un flaco detractor de las ideas sociales, económicas,
medioambientales y culturales que vienen a partir de este siete de agosto. Tiene
una tarea y, sobre todo, una deuda por pagar al campesinado boyacense, él pensó
que podía maniobrar a los terratenientes faltando a su propio discurso de ‘primero
es el campesino’. En el FacebookLive anterior a elecciones junto al entonces
candidato Rodolfo, insistió en que la única solución a los problemas de los
campesinos era la deuda bancaria, comprometerlos con sus tierras, sus
herramientas y su trabajo, para pagarle al Banco Agrario una vulgar tasa de
interés y, si no pagan, abro comillas, “se joden”, dijo Rodolfo a Amaya mientras los dos carcajeaban frente
a la cámara.
No creo que Carlos haya perdido, apostó por lo que las
mayorías de boyacenses querían y eso se reflejó en los más de 378 mil votos al Ingeniero que son el casi 58 siendo
opositor de Gustavo Petro, le será muy fácil recibir apoyos económicos por
parte de empresarios contrarios a las ideas de izquierda; y, momento, ¿acaso
Barragán no es el Gobernador de Boyacá? Sí, pero tiene jefe. Amaya se convirtió
en el Roy boyacense.
A propósito, Roy Barreras es el
gran triunfador de las elecciones presidenciales, ganó con Uribe, ganó con
Santos, y ahora gana con Gustavo, es un imparable de la política colombiana,
pero de esa política rastrera y enmermelada, con un trabajo de oposición
paupérrimo, esa política de la cual estoy seguro que muchos quienes votamos por
Petro, no estamos de acuerdo.
Pero
permítanme, para terminar, volver al tema central de este podcast, lo mosca. Lo
mosca se ha posado sobre el mantel, los cubiertos, los vasos, la comida del
gran banquete, es hora de unirnos, acá nos quedamos quienes trabajamos por esas
nuevas generaciones tolerantes, hinchadas de alegría, estudiadas, críticas y
con carácter, que quienes se quieran ir del país como unos cobardes, compren
sus pasajes ahora y se lleven consigo su grosería, su altanería su bellaquería
armada.
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