Leer en el parqueadero del San Andresito

Quería escribir sobre literatura y el Pasaje de Vargas en Tunja. Pero, en mi irresponsabilidad con ofrecer la verdad al lector (si la mereciera), debo decir que ya no leo ni escribo en ese sitio. Los últimos años frecuento el parqueadero del San Andresito. Digo esto con el miedo de caer en el cliché de café, cigarrillo y libro . A dos cuadras de la Plaza de Bolívar, hay un centro comercial llamado San Andresito, con un amplio parqueadero donde hay un café de sillas de durísimo plástico, tambaleantes mesas metálicas, y donde por mil pesos te venden un tinto oscuro , de greca, como antaño, tinto que al primer sorbo sientes que te perfora el esófago . Y se puede fumar. Allí las tenderas aguantan mi silenciosa presencia durante dos o tres horas, con tres tintos y seis cigarrillos, según me atrape el libro que lleve. Entre algunas de mis recientes lecturas están El libro del desasosiego de Pessoa, Estrella Distante de Bolaño, La muerte feliz de Albert Camus, y novelas de autores boyace

¡Mesero hay un Petro en mi sopa!, Café del Pasaje



Lo mosca, decía el periodista Fernando Garavito “es lo impertinente, en cierta manera lo insoportable. Sobre el mantel blanco del banquete nuestra presencia es un hecho incómodo […] nosotros, lo mosca, hemos querido arrasar con la olla podrida. De ahí que, como millones de colombianos, hayamos sido víctimas del exilio y el silencio”. Bueno, once millones y medio de colombianos nos acabamos de posar sobre la sopa rancia de los comensales burócratas, terratenientes, explotadores, asesinos, banqueros, Sarmiento Angulo y Álvaro Uribe, Lafaurie y el general Zapateiro.


Si desea escucharlo:

El pueblo que fue pisoteado por la dura bota militar, el pueblo conformado por millones de colombianos sumidos en la pena, la miseria, el hambre, la inequidad de género, la indiferencia, millones acostumbrados a pasearnos bajo la mesa del banquete esperando a que cayeran las migajas, por fin, este pueblo alzó vuelo para pasearle por la cara a los canallas para incomodarles con nuestra presencia, nuestro zumbido angustiante, para que vean boquiabiertos cómo por millones nos posamos sobre la sopa.

Hablaremos de libertad cuando los cizañeros no tengan de qué hablar, cuando sean tan poca cosa que no se les entiendan los susurros que mascan bajo el tremendo ruido de nuestras alas al azotar el viento. Está más viva la ilusión de que pronto nacerá una generación de colombianos que verán la guerra solo en el papel y, ya no le tocará el desplazamiento, o ver cómo decapitan al padre y violan a la madre por unas hectáreas de tierra, una generación de niños y padres que podrán ver la película Lightyear sin aterrarse por un beso lésbico, una que tenga como mayor preocupación encontrarle gracia a los libros de Jorge Franco.

Sin embargo, como seres humanos somos temerosos a lo nuevo, y el proceso a un país más equitativo y en paz, sin duda será lento, lentísimo. Pero no imposible.

Antes de aparecer mañana linchado por una turba de rodolfistas, duquistas, amayistas, uribistas, quiero, para no perder la costumbre, hablarles sobre el exgobernador de Boyacá.

Carlos Amaya, quien hizo acercamientos individuales y hoy representa lo más corrupto de la política, se encuentra solo con el respaldo de sus puestos verdes, como un flaco detractor de las ideas sociales, económicas, medioambientales y culturales que vienen a partir de este siete de agosto. Tiene una tarea y, sobre todo, una deuda por pagar al campesinado boyacense, él pensó que podía maniobrar a los terratenientes faltando a su propio discurso de ‘primero es el campesino’. En el FacebookLive anterior a elecciones junto al entonces candidato Rodolfo, insistió en que la única solución a los problemas de los campesinos era la deuda bancaria, comprometerlos con sus tierras, sus herramientas y su trabajo, para pagarle al Banco Agrario una vulgar tasa de interés y, si no pagan, abro comillas, “se joden”, dijo Rodolfo a Amaya mientras los dos carcajeaban frente a la cámara.

No creo que Carlos haya perdido, apostó por lo que las mayorías de boyacenses querían y eso se reflejó en los más de 378 mil votos al Ingeniero que son el casi 58 siendo opositor de Gustavo Petro, le será muy fácil recibir apoyos económicos por parte de empresarios contrarios a las ideas de izquierda; y, momento, ¿acaso Barragán no es el Gobernador de Boyacá? Sí, pero tiene jefe. Amaya se convirtió en el Roy boyacense.

A propósito, Roy Barreras es el gran triunfador de las elecciones presidenciales, ganó con Uribe, ganó con Santos, y ahora gana con Gustavo, es un imparable de la política colombiana, pero de esa política rastrera y enmermelada, con un trabajo de oposición paupérrimo, esa política de la cual estoy seguro que muchos quienes votamos por Petro, no estamos de acuerdo.

Pero permítanme, para terminar, volver al tema central de este podcast, lo mosca. Lo mosca se ha posado sobre el mantel, los cubiertos, los vasos, la comida del gran banquete, es hora de unirnos, acá nos quedamos quienes trabajamos por esas nuevas generaciones tolerantes, hinchadas de alegría, estudiadas, críticas y con carácter, que quienes se quieran ir del país como unos cobardes, compren sus pasajes ahora y se lleven consigo su grosería, su altanería su bellaquería armada.

Comentarios