Leer en el parqueadero del San Andresito

Quería escribir sobre literatura y el Pasaje de Vargas en Tunja. Pero, en mi irresponsabilidad con ofrecer la verdad al lector (si la mereciera), debo decir que ya no leo ni escribo en ese sitio. Los últimos años frecuento el parqueadero del San Andresito. Digo esto con el miedo de caer en el cliché de café, cigarrillo y libro . A dos cuadras de la Plaza de Bolívar, hay un centro comercial llamado San Andresito, con un amplio parqueadero donde hay un café de sillas de durísimo plástico, tambaleantes mesas metálicas, y donde por mil pesos te venden un tinto oscuro , de greca, como antaño, tinto que al primer sorbo sientes que te perfora el esófago . Y se puede fumar. Allí las tenderas aguantan mi silenciosa presencia durante dos o tres horas, con tres tintos y seis cigarrillos, según me atrape el libro que lleve. Entre algunas de mis recientes lecturas están El libro del desasosiego de Pessoa, Estrella Distante de Bolaño, La muerte feliz de Albert Camus, y novelas de autores boyace

Notas sobre los parricidios cometidos por Stan Sweet y Jhonier Leal, paralelos de una sórdida teleaudiencia

“¡Estúpido guion! ¡Casi arruinas la carrera de Jim Carrey!”. Screenshot The Simpson

“¡Estúpido guion! ¡Casi arruinas la carrera de Jim Carrey!”. Screenshot The Simpson

Vi la película The Cable Guy a finales de los noventa, quizá un domingo, después de Los Simpson o del programa de entretenimiento No me lo cambie, la memoria no me alcanza para acertar toda nimiedad de mi juventud quemada por el cigarrillo y el irreparable daño neuronal provocado por la parrilla televisiva de los principales canales colombianos, que hoy siguen amarrando a su (disminuida) teleaudiencia, a sucesos desgarradores (meramente emocionales) como la exprimidísima noticia de Jhonier Leal y el asesinato de sus familiares.

The Cable Guy cuenta, a grandes rasgos, el drama de Steven Kovacs (Matthew Broderick) y su instalador de cable Ernie “Chip” Douglas (Jim Carrey). Pero también muestra la historia del juicio por asesinato de Stan Sweet, quien presuntamente asesinó a su hermano gemelo Sam Sweet. Los gemelos idénticos interpretados por Ben Stiller, quien dirigió la película.

Chip, abandonado por sus padres, fue criado por la televisión (es fácil decir acá que ahora es Netflix, Disney Plus y HBO quien cría a los niños, que es Twitter, Facebook e Instagram quien arrulla a los más grandes), por eso decide suicidarse, porque no quiere que nadie más sufra lo que él padeció, y, mientras lo hace, romper la antena de transmisión televisiva. “Debo matar a la niñera”, dice.

En las noticias por TV solo hablan del caso Sweet. Screenshot The Cable Guy.

El juicio de Stan Sweet se reproduce a medida que avanza la trama principal. En el acto final, esa historia pasa al primer plano con Chip tratando de morir y al mismo tiempo matando a la televisión. Spoiler alert: no muere; pero, sí daña la transmisión del juicio televisado donde se revelaría si Stan era declarado culpable o no.

En Colombia no hubo Chip que arruinara la transmisión del juicio de Jhonier Leal. Se reprodujo a toda hora, en todos los canales, y, si cambiabas el canal o apagabas el TV, aparecía la noticia en todas las redes sociales, se escuchaba en radio, los mensajes de las tías vía Whatsapp estaban cargados con links que direccionaban a los artículos cuidadosamente copiados y pegados de una página a otra. Horror: ¡El presidente Duque felicitó a La Fiscalía por esclarecer el asesinato que resultó ser parricidio!

Jhonier Leal entrevistado por RCN Noticias.

¿El algoritmo está obsesionado con encasillarnos, o, somos nosotros quienes no queremos mirar hacia arriba (no al cielo de donde caen ángeles y palomas preñadoras de dioses) o a los lados, al piso, a donde sea menos a las malditas pantallas?

Don’t look up, de Adam McKay, usa lo que tiene a su alcance (y no tiene que esforzarse mucho) para satirizar el ambiente maníaco-digital-depresivo en el que hoy se encuentra la humanidad. Juega siempre al filo de lo irónico y lo canalla, como David Foster Wallace en el relato La vista desde la casa de la señora Thompson, donde escribió acerca de su experiencia al ver en TV (cabe recordar que Foster sufrió repulsión por la TV [por su misma adicción a esta]) el ataque al World Trade Center, “Parece grotesco hablar de estar traumatizado por unas imágenes en el vídeo cuando la gente estaba muriendo”, y remata, “Algo relacionado con el hecho de que también se les cayeran los zapatos lo hacía todavía peor”.

Bien, ahora, The Cable Guy, sin tanta parodia medida y mercantil como Don’t look up, y con más drama, introduce la crítica a la televisión de manera directa, con un Jim Carrey que ya no habla por el trasero como en Ace Ventura, sino expresando su soledad a través de una comedia oscura y trágica; mostrando a un público de televisión cómodo en su sofá, familiares comiendo papas fritas esperando la transmisión del juicio de Stan Sweet, hasta que el buen Chip arruina la señal de cable.

Los colombianos no quisieron saber más que de la muerte del estilista Leal, se olvidaron de todo lo que acontece en el país, Uribe entregando flyers para el concierto de Emperor en Bogotá, la hija “secreta” de Gabo, las declaraciones de Osorio contra Lafurie (pero Duque está ocupado felicitando al Fiscal por el caso Leal), Esperanza Gómez dona 2 mil becas estudiantiles, Ingrid Betancur se lanza a la presidencia…

Jhonier se declaró culpable al final de la tarde de este martes. No me sorprendería si para el segundo semestre de este año, alguno de los dos canales principales del país, se apunten a realizar una novela con ese caso.

Publicación original para EL DIARIO
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